Bueno, pues aquí vamos con la crónica de este primer (pero no último)
triatlón de 2013, el de casa, el de Sevilla.
Un triatlón del que guardo muy buen recuerdo ya que fue mi prueba de debut,
en distancia SuperSprint allá por mayo de 2010. En esta ocasión, llegué con una
preparación bastante mejorable, después de dos duatlones cross bastante
moviditos, una gripe, y la mudanza que llevé a cabo en marzo-abril. Mudanza que
supone que ahora no tenga piscina como tenía en Pilas, y que tenga que buscar
una con urgencia si no quiero ahogarme literalmente en la próxima carrera.
En esta ocasión, mi gran amigo Miguel (que ya publicara la crónica del
triatlón de Málaga 2011 en su blog) iba a ser mi compañero de fatigas. Aunque
al nivel que llegábamos uno y otro estaba claro que íbamos a durar poco tiempo
juntos en carrera.
Después de dejar las bicis en su sitio (sabiendo ya que cuando llegáramos a
la T1 el agua de los bidones iba a ser caldo), y de zamparnos un solomillo al
roquefort impresionante (cada uno), nos vamos a la cámara de salida. Miguel
habiendo calentado unos minutos previamente y yo a pelo. “¡Suerte crack!”. Suerte en forma de ausencia de pinchazos y
caídas, ya que estas últimas fueron las causas de sus abandonos en los duatlones
cross de Tomares y Cala.
Nos metemos al agua a esperar el bocinazo, Miguel por la parte delantera y
yo algo más atrás, a sabiendas de que mi ritmo en el agua no es muy alto.
Se da la salida. Al principio mucha gente y, como es normal, siempre
recibes algún golpe. Muy pocos, contento en este sentido. A los pocos minutos
(3, según vi) de salir me doy cuenta de que no he puesto el cronómetro (a pesar
de llevar el reloj puesto). Le doy y sigo. Tenía sensación de estar nadando
bastante bien. Hay veces que no ves nada. Entre las gafas empañadas, el sol de
cara y todo rodeado de gorros del mismo color…nadas por inercia más que
sabiendo a dónde vas.
Me quito las gafas, braceo un poco y la plataforma de la T1 está a pocos metros
delante de mí. Hago una primera transición más bien lenta, asegurándome de no
olvidar nada, incluidos los calcetines. Este es mi cuarto triatlón y era la
primera vez que usaba calcetines, y visto lo visto, seguramente los usaré siempre.
Salgo a pedalear. El circuito de ciclismo me parece precioso. Ha cambiado
desde 2010 que lo vi yo. Está mucho mejor asfaltado, y en un día sin
prácticamente viento…se volaba. Al menos así me sentía yo, y así lo demuestra
la media final de casi 32 km/h que saqué en la bicicleta (quitando
transiciones). Estaba rodando muy rápido para mi ritmo habitual y cómodo, con
una buena cadencia, acoplado pues no tuve rueda delante excepto en un par de
kilómetros a lo sumo.
Llego a la última recta antes de girar a la T2, donde antes de la salida
había pensado que qué puntazo sería llegar a este punto con fuerza. Así llegué,
muy animado. Me cambio de zapatos, hago una T2 rapidísima, y a correr. Junto
con las buenas sensaciones en el tramo de bici, este fue el momento de mayor
satisfacción de la carrera. Llevar dos segmentos completados y empezar a correr
con buenas sensaciones.
Mi ritmo no era muy alto (sobre 5’25’’), pero teniendo en cuenta mi estado
actual de forma y los entrenos previos a la competición no estaba mal. En el
primer km empiezo a darme cuenta de que el lorenzo estaba pegando fuerte a
pesar de ser ya casi las 20.00h. Y en el km 2, reventé. Estaba yendo muy bien
después de apretar de lo lindo en bici y considerando mi forma, así que en ese
momento me vino el típico flato, dolor en el costado derecho que me impedía
hacer una inspiración profunda y que me dificultaba la respiración. Bajo un
poco el ritmo y llego al avituallamiento de la primera vuelta. Cojo el agua y
decido caminar durante 20 ó 30 segundos, para así poder hidratarme (tenía la
boca seca a causa del calor), y de paso recuperar la respiración. Retomo la
marcha pensando que tenía que acabar lo antes posible, y poco después de
retomar veo a Eli animándome. ¡Gracias mi vida! Qué importante fue aquello,
pues me animé y empecé a aumentar algo el ritmo. Me costaba la misma vida, casi
no podía, pero tenía que terminarlo a un ritmo decente, sabía que me faltaba ya
poco y si tenía que ser de sufrimiento, pues que así fuera.
En el kilómetro 4 deja de dolerme el costado, recupero totalmente la
respiración y ya aumento el ritmo sabiendo que la meta estaba cerca. ¡Objetivo
conseguido, cuarto triatlón terminado! Nada más entrar veo a Eli que estaba
unos metros después de la meta, porque no le había dado tiempo a irse hasta la
meta en mi entrada. Le digo que estaba muerto y poco después veo a Miguel.
¡Enhorabuena crack, bien jugado! Me alegré muchísimo de verle en meta,
porque sé las ganas que tenía de terminar una prueba combinada tras sus dos
abandonos forzados en los duatlones. Además, ¡hizo un parcial brutal de
bicicleta! Sólo fui capaz de sacarle 1’03’’, yo con mi Goka Edition II y sus
acoples, y él con una Orbea BTT.
Al final, muy satisfechos ambos con el resultado, 1h23’05’’ Miguel y
1h27’19’’ yo, a seis minutos de mi mejor tiempo, conseguido el año pasado en
Málaga con un nivel de entrenamiento mucho más intenso, sobre todo en carrera a
pie (llevar a un crack como Rubén Romero al lado tirando de ti hace mucho).
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