Vaya
día de aventuras en Isla Canela…llegada temprano, después de preparar todo el
material el día anterior. Miguel ya me esperaba en un bar de por allí para
desayunar. Durante el desayuno una simpática avispa nos estuvo acompañando. Nos
vamos al coche a cambiarnos y a recoger la bicicleta. Al haber sido un triatlón
con pocas plazas, había mucho aparcamiento y hay que decir que la organización
estuvo muy bien teniendo en cuenta que era la primera edición.
Y
aquí vino el punto clave del día, porque intentando montar la rueda trasera de mi
bicicleta, viendo que no podíamos, pedimos ayuda a otro triatleta que pasaba
por allí. La rueda giraba, perfecto. Pero…olvidé dar pedales, así que cuando
íbamos para boxes y me dio (después de todo, menos mal) por montarme en
pedales, oigo “crack!”. Pensaba que simplemente la cadena se había salido,
encasquillando el juego de piñones, pero cuando miré supe que era algo gordo.
Así
fue, había partido el cambio. Esa pieza no es fácilmente reparable y mi mente
poco a poco se iba haciendo a la idea de que mi única opción era correr con
otra bici. Pero claro, ¿quién iba a tener una bici que prestarme? Preguntamos a
la organización si algún club de por allí podría tener bicis de sobra o si por
casualidad alguien podría reparar el cambio. Pero ni una ni la otra. Las
lágrimas y la rabia me iban saliendo a medida que me iba haciendo a la idea de
no competir, después de entrenar bastante en vacaciones, de haberlo preparado
todo y del viajito.
Pero
la suerte me sonrió en ese momento, porque tras preguntar a varios triatletas
(entre ellos algunos del Camaleón, pedazo de club al que si todo va bien me
inscribiré el año que viene), llegué al C. T. Huelva, uno de cuyos miembros me
dijo que había por allí un servicio de alquiler de bicicletas. Miguel ya había
dejado su material en boxes así que, a las 10.30, teníamos hasta las 11 que
cerraban el box para ir a Punta del Moral, alquilar la bici y volver.
El
tipo del alquiler era un guiri muy majo, que nos hizo todo el trámite super
deprisa, lo que me permitió llegar justo a tiempo a boxes, donde me dijeron que
podía pasar (aunque cierta persona de la organización no paraba de repetir “es
que tendríamos que haber cerrado ya!”…mientras su compañero le explicaba que yo
había roto mi bici y venía de alquilar una…ayyy qué poca empatía…). Una vez
hecho esto, nos fuimos para el agua a intentar calentar.
No
es que me hiciera mucha falta, ya que después de todo esto como imaginaréis mi
corazón ya bombeaba a muchas pulsaciones. Jose, compañero de waterpolo de
Miguel, nos hizo unas fotos y nos metimos al agua. La gente no paraba de
quejarse del frío. Tanto, que la organización permitió el traje de neopreno. Por
lo visto el agua estaba a 16 ºC.
Pero
aquello era nada comparado con el agua helada del miércoles anterior en
Benalmádena, así que tardé poco en ponerme a nadar y entrar en calor.
Se
da la salida y empiezo con un ritmo bastante parejo al de Miguel, aunque sabía
que no tardaría en dejarme atrás. Nado a mi ritmo, aunque con ciertos
problemillas en forma de agua entrando en las gafas de vez en cuando. Pero nada
importante. Me dio la sensación de que fueron algo más de 750m, pero no estoy
seguro. Salgo del agua, me quito el gorro, y me voy hacia la transición. Esta
vez tocaba hacer la bici con zapatillas de running, ya que no tenía pedales
automáticos. Pesaba como el doble que la mía. A pesar de esto, salí animado a
la bicicleta. En el km 3 empezaron los problemas. Tenía sensación de ir
pinchado y vislumbré la posibilidad de abandono, aunque seguí y posteriormente
comprobé que simplemente las ruedas de mi bici de alquiler estaban medio
vacías, y esto provocaba mi incomodidad. El resto del circuito de bicicleta fue
un suplicio, ya que al no ser mi bicicleta, nada estaba a mi medida: no tenía
acople, el sillín lo había regulado a toda prisa “a ojo”, los pedales no eran
automáticos…iba con dolores de todo, de espalda, piernas…
Tanto
fue así, que siendo mi segmento favorito siempre, esta vez estaba deseando
correr. No quería pedalear más, no en esas condiciones. Termino por fin en un
tiempo unos 4 ó 5 minutos más lento de lo que podría haber hecho con mi bici, y
empiezo a correr. Corriendo apreté un poco para terminar dignamente y compensar
el desastre de la bici.
Detrás
de mí pegado a dos metros iba un BTTero que venía a acompañar a los primeros y
al que dijeron que nos acompañara a los últimos. El tipo me dio ánimos y
conversación, e hizo que se me hiciera corta la carrera a pie. Llego a la recta
final donde Miguel, que ha hecho un pedazo de carrera, me dice que me faltan
100 metros y que a darlo todo. Aprieto y entro en meta alzando el puño.
Había
sido un día complicado en el que finalmente pude añadir otro finished, pero no
me quitaba de la cabeza el hecho de que 3 horas antes no estaba nada claro que
pudiera participar.
Agradecimiento
a Miguel, por otra aventura más y por su ayuda en todo momento, a Jose por las
fotos, al C. T. Huelva por las indicaciones, al guiri del alquiler de bicis, y
al C. T. Camaleón por su actitud deportiva y empática en todo momento SIN CONOCERME
DE NADA hasta ese momento.
A
todos, sois grandes.